miércoles, 30 de octubre de 2013

Etapa 7. Cala Codolar - Playa Bassa - Punta Galera (16 km)


Hoy el desayuno toca tomarlo sentado a la mesa, mirando el mar y valorando cómo se presenta la jornada.


La meteo parece empeorar para el día de hoy, con previsión de viento del oeste que desde mediodía soplará con fuerza 5 a 6, y con fuerte marejada generalizada. Las primeras horas de la mañana, sin embargo, son bastante tranquilas. Recorro sin mayores problemas el tramo inicial de mi ruta, hasta pasar la Illa s'Espartar y divisar nítidamente las islas del Bosque y Conejera.

La isla del Bosque, en primer término, tapa casi por completo a la más grande Conejera a su espalda
La isla Conejera vista desde una cueva en la zona de Cala Conta
Ya muy cerca de la punta de Sa Torre las ráfagas de viento comienzan a sentirse fuertes, aunque el mar continúa calmo.


Pasada la punta, los bajos acantilados rocosos cuentan numerosas cuevas. Una de ellas tiene tres arcos de entrada y destaca por su profundidad.



La primera parada de la mañana la realizo en la turística Cala Bassa, que aún no tiene el aforo demasiado completo y me depara un baño magnífico.


A partir de aquí creo que cometo un error, probablemente por exceso de confianza. Saliendo de Cala Bassa se entra prácticamente en la bahía de Sant Antoni. Hasta ahora las puntas que he ido doblando, siempre desplazándome dirección este, me han mantenido bastante a resguardo del viento de poniente, lo cual me entrega una perspectiva irreal de la situación de viento y mar. Por otro lado, llego a este punto con la idea de trazar una línea recta bastante mar adentro a través de la bahía de Sant Antoni tratando de evitar la navegación por esta zona, demasiado urbanizada y sin mayor interés, y además con bastante tráfico de embarcaciones a motor. A pesar del parte meteorológico, basándome en la falsa tranquilidad que he percibido en lo que va de mañana, mantengo ese plan. Así las cosas, al poco de abandonar Cala Bassa apunto mi proa hacia mar abierto en dirección noreste. A la media hora más o menos el viento arrecia y la mar se pone bastante nerviosa, y durante la siguiente hora la cosa aún empeora, así que paso un rato duro hasta que por fin encuentro el primer punto que me da resguardo del viento de poniente al otro lado de la bahía, la punta Galera. Al sobrepasar ésta, y ya en zona tranquila, desembarco en una pequeña cala.

La tranquila cala que me sirve de escape al viento y el oleaje

El Triton Ladoga reposa al pie de una caseta en la cala Galera
Como viento y oleaje van en aumento, y lo que queda en adelante son acantilados prácticamente hasta llegar a Port San Miguel, decido dar por terminada en esta cala la jornada de hoy. Durante la tarde recorro los acantilados por el sendero que discurre entre ellos, y me detengo a ver el atardecer.
Un curioso mural anuncia al visitante donde nos encontramos
Al atardecer vuelve la calma. En dirección norte se levantan acantilados durante bastantes kilómetros
Se oculta el sol en el horizonte y es hora de volver a la cala donde está mi kayak
De regreso a la cala de punta Galera consulto en el móvil la previsión del tiempo para mañana, que se presenta incluso peor, ceno y decido dormir sin tienda ni vivac en el tejado de una caseta de pescadores. La jugada no me sale del todo bien, pues a mitad de la noche empieza a llover y el aguacero me pilla desprotegido. Improviso un toldo con la lona de rafia que uso de aislante, y aunque no consigo una gran obra de ingeniería, el invento resulta suficiente para no calarme y poder continuar durmiendo y seco.

Etapa 6. Cap Negret - Cala Vadella - Cala Codolar (23 km)


Hoy me levanto tan descansado o más que ayer, sin mosquitos en toda la noche, el suelo mullido de hojas de pino y una temperatura fantástica, la perspectiva solo puede ser buena.


El paisaje sigue estando salpicado de villas costeras, algunas de ellas parecen muy lujosas.


Pero las villas dejan paso en alguna ocasión a pequeñas calas con casetas de pescadores, que dan una imagen mucho más típica y agradable.


Lo que siempre se mantiene es la verde espesura de pinos, que crecen en cada resquicio que da la roca.


Tras sobrepasar el Cap Llentrisca aparece imponente el pico de es Vedrá, en el islote homónimo, que se eleva hasta los casi 400 metros.


Realizo mi primera parada del día en Cala d'Hort, desde donde la perspectiva del islote es esplendida. En esta cala hay varios restaurantes a pie de playa, con unas vistas excelentes, así que aprovecho la ocasión para sentarme y tomar una cerveza bien fría. Pregunto también si en las cercanias hay algún supermercado y me informan que a pocas millas de aquí, en Cala Vadella, hay supermercados a escasos metros de la playa.

Cala d'Hort y Es Vedrá al fondo
Me dirijo entonces hasta Cala Vadella, donde esperan al visitante una pequeña bahía cerrada y una playa urbana de aguas tranquilas. Nada más desembarcar se acerca el socorrista de la playa, un chico portugués bastante parlanchín. Me pregunta por la ruta que estoy realizando y por el kayak plegable, pues él está interesado en comprar uno y le parece una buena opción. La charla se alarga, así que decido hacer aquí la parada para comer. Antes de comer, eso sí, compro alimentos y agua en cantidad suficiente para poder terminar la travesía.

El vigilante de la playa de Cala Vadella, un buen tipo
Después de comer y descansar un rato continúo la marcha. La zona que recorro ahora alterna acantilados bajos y calas urbanizadas. Algunos rincones son bastante espectaculares, con pequeñas cuevas, canales estrechos que explorar y minúsculas calas entre las rocas.

Saliendo de un canal entre dos puntas rocosas diviso al fondo la Illa s'Espartar
Las pequeñas cuevas abundan. En ésta se filtra el agua desde el techo y al pasar por debajo la ducha de agua fría se agradece
Una pequeñísima cala, que bien merecería una parada y un baño
Al final del día se está levantando bastante viento y el cielo se nubla con cierta amenaza de lluvia, así que me dedico ya a ubicar algún sitio donde terminar la jornada. De acuerdo con la información del amigo socorrista hay una cala pequeña, con un chiringuito pero bastante discreta, antes de llegar a Cala Conta y a la Punta de sa Torre, se la conoce como Cala Codolar. Al llegar allí, en principio no me parece tan buena opción. Es pequeña y no hay mucha gente, pero en el chiringuito que preside la playa hay bastantes parroquianos aún y no parecen muy propensos a una pronta retirada. Además en lo alto de las lomas de alrededor asoman las casas de las urbanizaciones colindantes. De todas maneras, me dirijo al chiringuito, pido una cerveza y pregunto a la gente de allí por algún lugar donde poder acampar y pasar la noche tranquilo. El dueño del chiringuito y su hijo resultan ser dos tíos excelentes, me dicen que puedo quedarme allí sin problema, coger una tumbona de las suyas para estar más cómodo y que por la noche aquello queda desierto. El padre es un hombre de mar, y mapa en mano me da numerosas indicaciones de todo lo que voy a encontrar en la costa ibicenca en los días siguientes, y también me informa del parte de viento y oleaje. Ya de noche, pero no tarde, los dos dejan el chiringuito y quedo solo en la playa. Ceno algo de pasta sentado en una de las mesas que tienen allí, coloco mi tumbona debajo del tejadillo del bar y duermo. Por la noche cae un chaparrón corto pero intenso, y se agradece la suerte de poder pasar la noche bajo techo.

sábado, 19 de octubre de 2013

Etapa 5. Sa Torreta - Cap Negret (27,2 km)


Me levanto algo más tarde de lo planeado, he dormido a pierna suelta y me encuentro descansado. En las dunas detrás mio se ve algún ratón que saluda también al día. La jornada de hoy tiene una dificultad inicial, el paso de vuelta a la isla de Ibiza. Es la segunda vez que me toca cruzar los Freus en pocos días, y procuro utilizar el mismo plan. Salgo de la bahía que me ha acogido tan confortablemente esta noche, enfilo hacía Es Penjats y cuando veo despejado el horizonte a ambos lados empiezo a palear con fuerza sin parar hasta llegar al otro extremo del paso. Cruzada la zona de peligro continúo para superar la punta de Ses Portes y, tras algo más de una hora remando, me detengo en una cala a darme un baño.

Ses Portes y al fondo Formentera
Reanudo la marcha y cruzo la popular playa de Ses Salines. Allí se ven básicamente establecimientos para turistas que disfrutan del sol en sus tumbonas, aunque bastante arracimados eso si. Hay numerosos yates fondeados frente a la playa, entre ellos algún velero bastante vistoso.


Dejada atrás esta playa me encuentro con esa maravilla natural que es Cap des Falcó.

Cuando uno navega bien pegado a esa pared vertical y mira hacia arriba se siente realmente pequeño.
La bahía que aparece al rebasar el acantilado es la de las lagunas del Parque de las Salinas y la playa des Codolar. Desde hace un rato me vengo fijando en una bicicleta que baja por un sendero, y ahora va en paralelo a mi hasta parar en la esclusa de un canal que hay en la playa y que conecta con las lagunas que hay pocos metros tierra adentro. Desde la esclusa el ciclista me saluda, así que me acerco a hablar con él, y estoy de suerte porque me da una sabrosa y dulce pera que a esta hora de la mañana me sienta de lujo. A continuación de los estanys (lagunas) está el aeropuerto, donde los aviones toman tierra en las pistas que se adentran casi hasta la misma playa.



Avanzando un poco más encuentro Sa Caleta, que hacía levante forma un enclave pesquero con casetas de izado de barcas, y a poniente describe una pequeña playa que ahora se encuentra bastante animada de gente. En el promontorio que divide pescadores y bañistas encuentro una cueva llena de palomas. 




Ahora me toca doblar otra punta, la de Jondal, que da entrada a la bahía y playa homónimas. Este estrecho saliente rocoso deja alguna foto muy destacable.


El estómago me va sugiriendo que es la hora de comer y como el mar está tranquilísimo me decido a desembarcar en una diminuta cala rocosa que encuentro al poco de pasar la punta. Logro subir bien el Triton Ladoga a tierra sin lastimarle los bajos, y el sitio, con cueva incluida, merece sin duda una parada para baño y comida.





Tras el refrescante baño y una comida a base de embutido, pan y frutos secos, me siento un poco en la sombra de la cueva y miro mapas y gps para valorar donde terminaré hoy la ruta. A distancia de pocas millas, junto al pequeño Cap Negret, hay una pequeña playa que parece tener acceso solo desde el mar a juzgar por la foto de satélite. Aunque me quedaría bastante luz para avanzar aún bastante trecho más, me parece un sitio inmejorable para dormir, así que decido quedarme en la cueva leyendo un rato, y retomar el pequeño recorrido hasta esa playa del Cap Negret a eso de las 5. 

En el recorrido hasta la playa elegida se ven muchas villas costeras, con sus respectivas escalinatas hasta el mar, y muchos yates fondeados, alguno bastante curioso.



No tardo en llegar a la playa que había descubierto en los mapas, y efectivamente está vacía y parece difícilmente accesible desde tierra.


Desembarco y voy sacando mis cosas del kayak. Aún queda mucha tarde, así que me entretengo en arreglar un cabo del pedal del timón que se ha partido. También doy una vuelta barranco arriba, aunque el camino no es muy practicable y no tardo en dar media vuelta. Finalmente, a la caída de la tarde, echo el kayak de nuevo al mar para probar a pescar algo al curricán, pero sin fortuna.


Un poco hacia el interior de la playa hay un llano perfecto a los pies de unos pinos. Allí ceno y preparo el vivac, la noche se presenta muy apacible.

martes, 15 de octubre de 2013

Etapa 4. Migjorn - Cap Barbaria - Savina - Sa Torreta (32,4 km)


El día amanece nublado, desapacible y con viento de levante, que según la previsión irá en aumento. No tengo una idea clara sobre el objetivo a cumplir en la ruta de hoy. Si el tiempo lo permite pararé a tomar esa cerveza prometida en Cala Saona, y si la cosa se alarga igual puedo acabar la jornada sin palear mucho más allá, y acampar en alguna cala cercana. De momento, tras el desayuno y la recogida del campamento veo que el tiempo no mejora. Me hago a la mar temprano y remo en dirección sur en busca del Cap de Barbaria. A medida que avanzo hacia al sur abandono paulatinamente el resguardo que la enorme masa de tierra de la Mola representa frente al viento de levante. A la media hora aproximadamente de navegación empiezo a estar expuesto totalmente al viento y la mar, que ya empieza a agitarse con cierta intensidad y blanquearse de borreguillos. Así las cosas, decido hacer un recto en dirección a la punta de Barbaria procurando no acercarme demasiado a la costa para evitar el rebote de las olas. Una hora más de paleo y doblo la punta del Cap de Barbaria, ahora estoy totalmente a resguardo de viento y puedo disfrutar de una navegación muy tranquila. La costa desde aquí hasta Cala Saona me sorprende por su enorme belleza. 

Doblado el Cap de Barbaria el mar está en calma y los acantilados se disfrutan
 

Las espectaculares cuevas se suceden en cada grieta de los acantilados, una de ellas llama mi atención por encima de las demás. Al poco de salir de esa gruta encuentro dos kayaks, son gente de la zona que me comentan que se la conoce como Cueva de los Delfines. No es muy grande, pero me parece uno de los rincones más bellos de lo visto hasta hora en Formentera.

Aproximándose a la cueva el agua es cristalina
Antes de entrar se aprecia que la cueva tiene una abertura en la parte superior, por la que se ilumina el interior
La abertura en la parte superior
Aquí se observan las dos entradas a la cueva. El juego de colores es impresionante

Tras pasar esta fantástica gruta marina, aún disfruto de cada palada que doy hasta llegar a Punta Rasa y enfilar la Cala Saona. Algunas cuevas están a rebosar de medusas.


En Cala Saona el panorama es peor de lo esperado. Como el día sigue siendo gris y desapacible no hay casi nadie allí, sólo unos operarios con una pala excavadora retirando la abundante posidonia acumulada en la playa. Me asomo y compruebo que mis amigos canadienses no están, desembarcar allí para esperarles no me parece buena opción, pues no hace día de playa y puede ser que hayan cambiado sus planes. Sopesada la situación decido continuar, con la idea de terminar si fuera posible la vuelta a Formentera y dejarlo todo listo para cruzar mañana temprano de nuevo a Ibiza. Aún es pronto, así que antes de comer da tiempo a pasar la Punta de la Gavina, doblarla y tomar dirección al noreste hacía la Punta de sa Pedrera. En toda esta zona vuelven a dominar los acantilados bajos, formaciones rocosas y calas, con bastantes cuevas pequeñas y erosiones en la roca.




Al virar mi rumbo hacia el noreste vuelvo a encontrarme con el fuerte viento de levante, que dejé atrás al doblar el Cap de Barbaria, y que ahora me sopla de cara. Para evitarlo lo más posible, me dedico a pegarme bien a la costa entrando en toda las pequeñas bahías entre las puntas de la Gaviana y sa Pedrera. Eso me facilita enormemente el avance, porque salir a mar abierto y enfrentarse al viento en contra supone un esfuerzo extra. Sigo avanzando y cruzo la bahía que se forma hasta el puerto de la Savina y de allí hasta la playa de es Cavall d'en Borrás, donde paro a comer y descansar.

A pesar de que el día sigue nublado, esta playa no tiene que envidiar nada a las de los catálogos de viajes al Caribe y destinos similares
Una vez repuestas fuerzas, y ya con el sol asomándose, continúo mi andadura. Navego ahora rumbo norte en paralelo a Ses Illetes, y el fino brazo de tierra me resguarda del viento de levante. Aprovecho una parada para echar un vistazo a las playas de levante y poniente que distan entre sí pocos metros.

A la derecha playa a poniente, de azul turquesa y aguas calmadas. A la izquierda levante, azotada por el viento y con la mar algo movida.
Prosigo camino aún hasta llegar de nuevo (3 días después) a la Isla de Espalmador.  Decido montar mi campamento en el extremo norte de la isla, en la playa frente al islote de Sa Torreta. La bahía que se forma aquí, de tan escaso calado que no pasa casi ningún tipo de embarcación a motor, resulta un lugar ideal para pasar la noche. 

Kayak Triton Ladoga en Sa Torreta
De aquí al final del día me dedico a dar una vuelta por los alrededores



Observar la puesta de sol sentado en una silla que me encuentro entre unos arbustos


Y cenar sentadito como un marqués.


Mañana toca madrugar lo máximo posible para poder cruzar a Ibiza antes de la salida de los Fast Ferries, así que a dormir.