jueves, 20 de febrero de 2014

Parte II Travesía Costa de Murcia, desde Santiago de la Ribera hasta Águilas (132 km, Octubre 2013)

  Días 4-6, de Calblanque a Águilas


Efectivamente el nuevo día amaneció con el mar en completa calma, aunque con el cielo nublado. Había perdido ya una jornada por culpa del tiempo y no podía despistarme si quería llegar a Águilas en el plazo marcado, así que no tardé en recoger y echarme al agua. Las primeras horas de paleo, hasta llegar a Cartagena permaneció el día brumoso. De mi punto de salida a Portman se sucedieron los acantilados y las pequeñas calas desiertas.



A partir del Gorguel, que está al poco de pasar Portman, me pareció algo menos vistoso el paisaje, aunque probablemente contribuyó a ello la fatiga que empecé a notar justo en ese tramo. Pasada la isla Escombreras hice un recto a buen ritmo para cruzar la bahía de Cartagena, donde la presencia de grandes buques intimida un poco. Ya era la hora de almorzar, así que paré en una playa de cantos y lo primero que hice fue darme un baño, que ya estaba el cielo despejado y el sol calentaba lo suficiente. Como había tenido la suerte de sacar una caballa a primera hora de la mañana, tocó comer pescado a la plancha otra vez.


El baño, la comida y la pequeña siesta de después me sentaron de lujo, y la fatiga que me había hecho sufrir un poco antes del almuerzo desapareció totalmente. A partir de aquí entraba ya en el territorio del Parque del Cabo Tiñoso, que la anterior ocasión que había paleado esta ruta no pude visitar con detenimiento. Antes llegar a El Portús las montañas se elevaban ante mí impresionantes.



Y pasada esta población seguí recorriendo con admiración y detenimiento cada entrada y salida del mar en la roca, una verdadera gozada. Algo antes, al poco de pasar la playa de Fatares en una zona con muy poco calado, no me dio tiempo a recoger del todo la linea y al terminar de sacarla me encontré que había picado este curioso pez. No tengo mucha idea de qué especie podría ser la verdad, pero no parecía muy apetitoso, así que fue de vuelta al agua inmediatamente.


Como antes de anochecer iba a ser imposible que me diera tiempo a pasar Cabo Tiñoso, decidí parar para acampar en Cala Aguilar.


La playa me pareció un lugar paradisíaco. Aproveché los últimos instantes de luz para bañarme de nuevo, andar un poco por los alrededores, y preparar las cosas para cenar y dormir. También hice varios fotos.



La luz se apagaba
Cabo Tiñoso al fondo
A la mañana siguiente el sol del amanecer teñía el cielo de varias tonalidades. Otra vez parecía que el tiempo iba a acompañarme y lo celebré con un buen desayuno. 



Hasta Cabo Tiñoso la navegación volvió a ser una gozada, montañas, cuevas, calas..., y al volver la vista atrás la costa que dejaba a mi espalda y que me invitaba a desandar el camino recorrido para visitar de nuevo tanta maravilla. Lo hubiera hecho sin dudarlo, pero aún tenía trecho por delante y el tiempo justo para terminarlo.



Doblado el Cabo Tiñoso el panorama resultó abrumador, los acantilados se levantaban salvajes e imponentes y el agua era de un azul profundo, intenso y cautivador.


Pasé en dos ocasiones por el Arco, pues una me pareció poco.


Y llegué a Cala Cerrada, donde paré a comer. La cala es sencillamente perfecta. Solo resulta accesible por tierra a través de un sendero que llega desde la Azohía, lo que hace de ella un sitio apacible y tranquilo, como en general todo el Parque (y ojalá que dure así mucho tiempo).



Cala Abierta, que se sitúa justo a la espalda de Cerrada

Después de la sobremesa volví al kayak y pronto entré en la Bahía de Mazarrón. Como quería llegar más allá de la Punta de Calnegre pero no tenía muchas horas de luz, opté por navegar en línea recta desde las inmediaciones de la Punta de la Azohía hasta Calnegre. Fueron unas tres horas de paleo constante para recorrer los algo más de 20 kilómetros que me separaban de esa punta. Al pasarla, y ya casi de noche tuve que buscar una cala donde poder pasar la noche. 


Me desperté pronto para iniciar lo antes posible mi última etapa de la travesía. La idea era llegar a mediodía al puerto de Águilas, y así poder recoger todo rápido y tomar el autobús para estar en la estación de Murcia a la hora de comer o poco más tarde. El recorrido hasta Águilas fue rápido y sin demasiada historia. Me entretuve en Cabo Cope solamente, y el resto navegué al ritmo más veloz que pude, cumpliendo así mi objetivo de llegar al puerto antes de mediodía. 

Águilas y su castillo en lo alto del peñón.
La recogida se dio bien, y también cumplí con la segunda parte del plan; eran algo más de las 4 y ya estaba en la estación de autobuses de Murcia. Ahora tenía que decidir entre volver en el autocar que salía a las 5 de la tarde hacia Madrid, o ver el clásico Barcelona - Real Madrid, y coger luego el bus de las 23 que llegaba a Madrid a las 5 de la madrugada. La idea de llegar pronto a casa y poder dormir en mi cama y ver a mi gente era muy tentadora, pero como soy un enfermo del fútbol opté por ver el partido que era justo a las 5. Pero la fortuna no me quiso deparar una gran victoria blanca en recompensa al esfuerzo de los días previos, y en su lugar asistí a una injusta derrota del Madrid aderezada con 2 penaltis birlados por el árbitro. Menos mal que al llegar a casa aún pude dormir unas horas en casa con mi Lour, que eso logra quitarme todas las penas.

jueves, 6 de febrero de 2014

Parte I Travesía Costa de Murcia, desde Santiago de la Ribera hasta Águilas (132 km, Octubre 2013)


Días 1-3, de Santiago de la Ribera a Calblanque


Aprovechando los últimos días largos del 2013, antes del cambio al horario invernal, me desplacé a Murcia para realizar esta ruta por segunda vez, pues ya la había completado antes en enero de 2012. En aquella ocasión recuerdo que me sorprendió muy gratamente todo lo que vi, y quedé con ganas de repetir la experiencia pero aprovechando una época más propicia que el invierno. Efectivamente el recorrido, acompañado de algún grado más de temperatura y un par de horas más de luz al día, aumentó si cabe su atractivo.

Salí del Club Naútico de Santiago de la Ribera, delante del cual, después de comprar provisiones en un super cerca de la playa, monté el kayak y lo estibé.


La idea para la primera etapa era cruzar el Mar Menor, salir por el puerto de la Manga al Mediterráneo, visitar y tocar tierra en Isla Grosa, y a la tarde continuar hacia las playas de Calblanque. 


Y con ese plan entré al agua alrededor del mediodía, con el mar totalmente en calma solo rota por los remolinos de mis paladas.


Los aviones de la Academia del Aire de San Javier no paraban de cruzar el cielo, y observar sus maniobras mientras paleaba fue uno de mis entretenimientos en esas primeras horas. El otro fueron las enormes medusas blancas que se veían en el agua, de un tamaño descomunal algunas de ellas. Probé a hacerles varias fotos, pero no terminé de sacar ninguna que mereciera la pena.

El trazado hasta la entrada del puerto de la Manga me salió bastante recto, o esa impresión me dio, y en unas dos horas ya estaba saliendo por la bocana al otro lado del puerto.


El siguiente paso era navegar hasta Isla Grosa, que es un enclave protegido y reserva para la fauna avícola y marina. En principio no se puede navegar la zona en un radio de unas millas alrededor la isla, pero si vas en kayak te tienen que dejar tocar tierra para descansar, o eso tengo entendido al menos.  


La anterior ocasión que visité esa isla, recuerdo que la zodiac del vigilante salió a nuestro encuentro informándonos de esas normas, y nos acompañó a la playa para que descansáramos un momento. Esta vez nadie salió a mi encuentro.


Aunque justo a unos cientos de metros de la única playa de la isla, estaba fondeado un barco de Vigilancia Aduanera. Me acerqué a él para preguntar, pero nadie a bordo tenía mucha idea de cómo estaba el tema en la isla en cuanto a permisos.


Al llegar y desembarcar en la playa sí que tuve ya contacto con sus "habitantes". Residen allí por temporadas grupos de científicos voluntarios que colaboran para varios proyectos de protección y estudio de fauna. Los que yo conocí eran todos gente joven y muy simpática. Me dieron permiso para quedarme el rato que quisiera y me invitaron a una cerveza, con lo que obviamente me ganaron para su causa, y además me ofrecieron comer unas habichuelas con ellos, pero tuve que declinar la oferta porque las comidas contundentes no son compatibles con el paleo de sobremesa. El proyecto en el que estaban trabajando como voluntarios era de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), y aquí podéis ver de qué iba la vaina. 


Con un bocadillo apañé el almuerzo, y no quise irme de aquel lugar sin darme un baño en las cristalinas aguas de la playa. Uno de los biólogos tenía un kayak, y me recomendó que cuando volviera al mar aprovechara para dar la vuelta a la isla, que el había hecho el paseo varias veces y merecía mucho la pena.


Seguí su consejo y una vez recorrido su perímetro, puse proa hacia el Cabo de Palos dejando atrás la isla. 

La Isla Grosa
Más o menos con 2/3 del recorrido hasta el cabo ya cubiertos, vi que desde una lancha me hacían señales sus ocupantes. Me acerqué y resultó que estaban en apuros por una avería en el motor. Eran un grupo de franceses, aunque entre ellos uno hablaba bien español. Además de la avería del motor, que les tenía parados, su radio no funcionaba y ninguno tenía móvil español. No sé si tendrían remos auxiliares, pero para llevar a remo ese yate hasta el puerto de la Manga tendrían que haber echado bastantes horas. Llamé a Salvamento Marítimo para comunicar lo ocurrido y nuestra posición aproximada, y quedaron en que a los pocos minutos me llamarían ya los responsables de salvamento del puerto que se tuviera que encargar de la emergencia. Esperé a que me contactaran, creo que llamaron de Cartagena si no entendí mal, y facilité lo mejor que pude toda la información que me solicitaron. Como era tarde y tenía bastante camino aún por delante, quedamos en que yo abandonaba ya el lugar siguiendo mi rumbo, y que ellos se encargaban del tema, aunque por precaución tomaron nota del número de móvil de uno de los franceses que tenía cobertura, y obviamente el mío que ya lo tenían. No sé cómo se resolvería el tema, pero al poco de pasar el Cabo de Palos dejé de tener cobertura, y al recuperarla ya al día siguiente vi que tenía dos llamadas perdidas desde el mismo número que me había llamado del puerto de Cartagena. Las llamadas eran de la noche anterior, así que espero que todo se hubiera resuelto ya bien y que la llamada fuera solo para avisarme. Me he quedado con la duda de cómo terminaría realmente la cosa, y además también me apetecería saber si hice todo lo que se debe hacer en estos casos, por si se presenta otra situación similar. No sé si a lo mejor alguien que lea esto sabe más del tema y puede sacarme de dudas.

Cuando sobrepasé el Cabo de Palos ya estaba el sol empezando a esconderse, con lo que mi plan de llegar a Calblanque no iba a poder culminarse. La opción alternativa fue parar para dormir en la Cala de los Dentones, o Cala Dorada, que también creo que se la conoce por ese nombre. Antes de llegar a mi destino tuve una grata sorpresa al entrarme al señuelo una caballa o más bien bacoreta (no soy muy experto en esto de la pesca) bien hermosa, aunque la alegría por la captura se tornó en frustración al llegar a la playa. Y es que tras limpiar el pescado ya en plena noche, y disponerme a cocinarlo a la plancha me di cuenta que había olvidado el mechero.... En fin, que sin poder encender el hornillo me tocó guardar los filetes lo mejor que pude y cenar unos raviolis de lata fríos. Por este último episodio digamos que me fui a dormir un poco mosqueado dándole vueltas al descuido tan tonto que había tenido.


A la mañana siguiente quise replantearme las cosas, porque seguía bastante cabreado. Después de meditar un poco lo sucedido, concluí que la jornada anterior tenía realmente un balance muy positivo y logré cambiar el chip. Tras haber pasado toda la noche del día precedente en un autocar, y tomar otro bus a las 7 de la mañana en Murcia para llegar a Santiago, había tenido que comprar comida, acarrear todo a la playa, montar el kayak y embarcar. Había sido duro pero, a cambio, luego disfruté de un día de navegación fantástico, con el baño en Isla Grosa como momento cumbre, y un par de anécdotas para el recuerdo. Si no había mechero, pues de momento no tendría hornillo ni, por lo tanto, comida caliente. Pero tampoco era una tragedia. En la primera parte de la etapa de ese día iba a pasar por la Playa de Calblanque, y era muy probable que encontrara a alguien que pudiera donarme un mechero. En último caso, si allí no lo encontraba, más adelante tendría sitios donde comprar uno, y de momento embutido y otros alimentos listos para comer tenía de sobra. Así que, con la cabeza más tranquila y el pensamiento más animado me senté a ver el amanecer.



Después recogí todo y reanudé la marcha. Según el parte del tiempo la cosa debía empezar a empeorar con viento y mar desde mediodía, así que me planteé el tema con calma. Mi objetivo por la mañana era parar en Calblanque y buscar gente, y tuve suerte. Justo después de la Punta Negrete vi que había un grupo de senderistas en la playa, desembarqué y les comenté el problema que tenía con el encendedor. Del numeroso grupo solo una chica fumaba, y tuvo a bien darme su mechero, con lo que el tema de cocinar quedaba zanjado para bien. Mi siguiente objetivo era dar buena cuenta de los filetes que me estaban esperando desde la noche anterior. Tras el tempranero y deliciosos almuerzo, sobre las 11, no tenía muchas ganas de volver a coger el kayak. Así que decidí calzarme las zapatillas de tierra y andar un poco por la zona.


Las vistas eran impresionantes, y empecé a plantearme la posibilidad de darme un día libre de paleo. 


Mi kayak varado en la playa pasada Punta Negrete
Efectivamente el viento y el mar empezaron a notarse, y así se apreciaba en cuanto se ganaba altura. Esto me ayudó a decidirme a dejar el kayak en tierra, seguir caminando por la zona y esperar a ver cómo amanecía el día siguiente. El resto de la jornada, aparte de caminar por los acantilados y playas, leí y me di un par de chapuzones.


La mañana siguiente trajo cielo nublado, peor tiempo y peor mar. Así que el plan que diseñé para la tarde anterior, lo volví a aplicar para este día completo, paseo, lectura, baños por la tarde cuando salió el sol, y contemplar las olas rompiendo. 



Al atardecer ya estaba deseando que llegara el día siguiente y, como llevaba sin coger el remo ya día y medio, poder meterme al mar con mi kayak. Mi baza era que el tiempo no empeorara al día siguiente. 


En principio las previsiones meteorológicas auguraban mejoría, así que me dormí confiando en que se cumpliera lo previsto.