lunes, 7 de julio de 2014

SogneFjord Día 02, Aurland - Gudvangen (25 mayo 2014, 23 km)


La noche no está siendo demasiado plácida. No he montado la tienda ni el toldo, la temperatura es más baja de lo que esperaba y la humedad es notable. Además la oscuridad no termina de apagar el cielo, y a las 3 o 4 de la madrugada hay luz como si fuera de día. Paso bastante frío y no logro descansar demasiado bien, aunque sumando los ratos que me he quedado frito bien puedan sumar 6 horas. Sobre las 9 me levanto y me siento en un banco a desayunar. Tras las montañas empieza a despuntar el primer sol de la mañana, que logra hacerme entrar en calor poco a poco. He dormido al lado de una casa habitada, el banco con la mesa donde estoy desayunando deben ser de hecho parte de su jardín, así que procuro recoger todo a la mayor brevedad posible para no molestar.


Ya en el kayak tomo rumbo hacia Undredal, una pequeña y pintoresca localidad en la orilla occidental del Aurlandsfjorden. 

Dejo a mi derecha Aurland
 Las aguas del fiordo son totalmente plácidas y al navegar pegado a la orilla disfruto admirando de cerca las cascadas que vierten al mar.



Undredal es una pequeña joya enclavada en la desembocadura de un estrecho valle que se abre paso entre imponentes montañas. Todas las casas son de madera, están bien cuidadas y pintadas en colores vivos, lo que acentúa la vistosidad del paisaje. 



La gente de aquí puede deleitarse a diario con una magnífica panorámica del fiordo.


Su río baja bravo por el valle hasta el fiordo, crecido de caudal por el deshielo primaveral.


El pueblo cuenta además con una pequeña iglesia de madera que data del siglo XII. 

Iglesia de Undredal
Después de esta breve pero interesante visita sigo mi camino hacia la entrada del espectacular Naeroyfjord. 


Antes de desviarme a la izquierda para adentrarme en él, doy media vuelta para admirar una última vez la majestuosidad del Aurlandsfjord.


El Naeroyfjord fue declarado patrimonio de la humanidad de la UNESCO en 2005. De entre el gran número de fiordos que existen en la costa occidental noruega, seguramente se trate de una de las muestras más dramáticas y sublimes. Aquí las montañas se elevan a mayor altura, coronadas de nieve todo el año, el curso de agua se estrecha y los torrentes y cascadas siguen brotando en cada rincón.

 

Los pequeños cruceros turísticos no dejan de pasar en ruta entre Flam, Aurland, Undredal y Gudvangen, ésta última situada al fondo del fiordo Naeroy. Cada día transportan cientos de visitantes para que disfruten de estos impresionantes paisajes.


 Al poco de entrar en el fiordo noto viento de popa, no muy fuerte pero aparentemente constante, así que despliego mi vela con la ilusión de probarla en este kayak por primera vez.

Vela Windpaddle modelo Cruiser
Pero la maldición del kayakista se cierne sobre mí; a los dos minutos rola el poco viento que está soplando y empieza a entrarme de cara. Toca pues recoger la vela, pero el panorama que me rodea compensa cualquier esfuerzo extra.


Al rato de guardar la vela me sorprende ver, a cierta distancia, una mancha oscura en la superficie que entra y sale del agua. Las primeras veces que la veo emerger pienso que es un  pedazo de madera flotando, pero al acercarme un poco la mancha indefinida empieza a parecerme una cabeza, y juraría también que con hocico y bigotes. Me acerco aún más y vuelvo a ver al bulto asomarse. Ahora ya no me cabe duda, se trata de una foca. Aunque sea un animal que hemos visto todos en acuarios y zoológicos, avistarlo en libertad, con este escenario de fondo, aunque sea a cierta distancia y de manera fugaz, resulta bastante emocionante. Lástima que mi cámara compacta es la del móvil y no sea capaz de sacar fotos decentes con zoom, así que espero tener suerte más adelante con otro avistamiento, más de cerca y que el animal en cuestión tenga ganas de posar.

Continúo la marcha tras el encuentro con la foca, ya con apetito, buscando algún lugar donde parar a comer. Lo encuentro en la margen derecha del fiordo, en la que se encuentra la pequeña localidad de Dyrdal.

En el fondo se puede ver Dyrdal, justo a los pies de la gran montaña.
Justo pasada la desembocadura de un río encuentro un par de rampas, hechas con piedras y troncos, cómodas para desembarcar. Junto a la segunda hay también un pantalán y una caseta en la orilla que arroja una sombra perfecta para sentarse a comer, así que me decanto por ella. El marco invita a hacer una parada larga.


Decido preparar una comida caliente y abundante, que acompaño de cerveza helada. La verdad que resulta un maravilloso regalo poder enfriar tu cerveza poniéndola sólo unos minutos dentro el agua glacial del fiordo.


La sobremesa se alarga bastante; sentado al sol se está realmente bien, y la comodidad de mi nueva silla de camping hace el resto.

Sobre las seis reanudo la actividad. Desde Dyrdal he divisado un par de lugares muy tentadores para acampar. El fiordo se estrecha ahora aún más, y enfrente mío se encuentra otra preciosa aldea, Styvi. Las posibles zonas de acampada son dos playas de guijarros: una está poco antes de llegar a Styvi, plenamente bañada todavía por el sol; la otra en la orilla contraria al pueblo, más amplia y orientada a levante, se encuentra ahora en completa sombra. Según me voy acercando observo que ambos lugares ya están tomados por sendos grupos de kayakistas, seguramente grupos guiados, a juzgar por la uniformidad de los modelos de kayak varados en la orilla y las tiendas que tienen montadas.


Los dos emplazamientos son perfectos para pasar la noche, seguramente lo más parecido a "nuestras playas" que he visto desde que salí ayer de Flam, y me tienta parar en alguno de ellos. Por otro lado, aún es pronto y puedo avanzar más; ¿quién sabe si a lo mejor quedan otros lugares iguales o mejores más adelante? Además no pretendo importunar a nadie con mi presencia, y en principio yo también prefiero acampar en solitario. Por lo tanto, decido continuar.


Y la suerte resulta estar de mi lado. Algo más lejos encuentro otra playa de guijarros, que continúa hacia el interior en un prado verde y mullido, con una cabaña de madera en el medio.


Cabaña en Klungrenes
Subo el kayak hasta el pasto y voy sacando el equipo para montar el campamento. Aunque el sol ya se ha ocultado tras la montaña la temperatura es buena, así que decido darme un chapuzón que me deja como nuevo.


Después de secarme y ponerme ropa de más abrigo, instalo la tienda en una zona alta y nivelada. Noto que el viento empieza a soplar fuerte y bastante frío, haciendo que la sensación térmica sea de mucho más fresco.



Cumplo con la cena dando buena cuenta de un bocata de jamón, tomate y aceite, y de postre un poco de chocolate. 


Sobre las once decido meterme dentro de la tienda. Empieza a entrarme sueño entre lectura y visionado del material de vídeo y fotos que he tomado durante el día. El viento va en aumento y amenaza la estabilidad de mi toldo, así que toca salir del saco a ajustarlo. Tras controlar también que no he dejado nada que pueda ser arrastrado por el fuerte aire, vuelvo a entrar en la tienda y me dispongo a dormir.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Este blog es lo mejor que he leído en lustros. Te auguro un futuro brillante como viajero, compañero !

Redneck dijo...

Te lo comenté el último día que nos vimos y te lo tengo que volver a decir,da gusto leerte.
Un fuerte abrazo.

Un Kayak en la Mochila dijo...

Gracias Anónimo, pero me parece que exageras.
Gracias Redneck, un abrazo grande compadre!

Suso dijo...

Un saco adecuado a la época y el lugar no debería dejar pasar el frío y la humedad.
Un saludo.

Un Kayak en la Mochila dijo...

Hola Suso, la verdad que frío pasé solo la primera noche porque dormí al raso y fue una noche algo más fría y húmeda. Opté por un saco ligero y de poco volumen por ahorrar espacio y peso en el equipaje y la jugada no salió mal del todo. Junto con una buena esterilla y montando tienda el resto de días, logré descansar bien casi todas las noches. Saludos