lunes, 1 de septiembre de 2014

Sognefjord Día 07. Fjaerland - Hella (30 de mayo 2014, 18 km)


Definitivamente estoy teniendo suerte con el tiempo. Otro día soleado y ya son 7 seguidos desde que aterricé aquí. Si la fortuna me sigue acompañando puedo volver a España sin probar la lluvia, lo cual no estaría nada mal.


La mismas vistas de ayer a última hora, hoy lucen más espectaculares con el sol de la mañana.



En esta jornada me propongo abandonar Fjaerlandfjord y regresar a Fresvik, para desde allí adentrarme en la parte oriental de la región. Las primeras horas de la mañana navego pegado a la orilla observando el tupido bosque y atento a los sonidos que brotan de su interior; el agua que emana en cada rincón, las pájaros que cantan con profusión, y de fondo el ruido de mi pala al entrar y salir rítmicamente del agua.


Hacia delante la vista alcanza muy lejos, casi hasta vislumbrar la unión del fiordo con el Sognefjord. Esta ramificación es bastante estrecha, pero no cuenta con sinuosidades que oculten su discurrir a los ojos y, aunque es muy hermosa, se echan un poco en falta esos recodos que te hacen esperar ansioso lo que aparecerá a la vuelta de cada curva. 


Hacia atrás se divisa el punto donde la montaña termina y empieza el agua, y también el enorme montón de nieve encajada que ya es parte del glaciar Jostedal.


Realizo una pequeña parada, la ya habitual de media mañana, para comer unos frutos secos y estirar las piernas, y aprovecho también para hacerme una autofoto con el glaciar de fondo.


Al montarme de nuevo en el kayak continúo navegando bien cerca de la orilla izquierda, lo cual me va a deparar una grata sorpresa. Poco después de recomenzar la marcha tomo esta foto en la que puede apreciarse parte de la variedad de especies arbóreas de la zona.


Tras aproximadamente una hora de paleo me topo con la agradable sorpresa de la mañana, apostado en una rama de abedul observo un enorme ejemplar de pigargo europeo. Me voy acercando a él muy despacio, hasta que levanta el vuelo cuando me encuentro ya a muy pocos metros. Su tamaño es descomunal y escucho bien fuerte el batir de sus alas cuando echa pesadamente a volar abandonando su descanso en la rama de abedul. Efectúa un vuelo circular en torno a mí, y vuelve a detenerse unos metros más adelante, entre la espesura del bosque. Unas cuantas paladas más y ya diviso al señorial pájaro de nuevo, mayestáticamente posado en otro árbol. No quiero importunarle así que mantengo la distancia esta vez, y con ese margen de cortesía trato de tomar alguna foto que merezca la pena. Resultado; vuelvo a quedarme frustrado con la escasa capacidad de la cámara de mi móvil para este tipo de instantáneas. Concluyo que para futuros viajes deberé agenciarme una cámara compacta decente, que no ocupe ni pese mucho, si quiero inmortalizar todos estos encuentros con la fauna local.

Poco después del encuentro con el pigargo paro a comer y tomo la foto patriótica del día; ver la propia bandera ondear a tanta distancia de casa en la soledad de estos parajes resulta curiosamente gratificante.


Por la tarde voy despacio porque empieza a subir la marea y como siempre trae corriente consigo, que en este caso me complica avanzar hacia fuera del fiordo. Con la marea todavía a bajo nivel no paro de ver colonias de mejillones; los he visto en todas las jornadas y ya empiezan a entrarme ganas de coger un buen puñado y darme un atracón. Pero prefiero abstenerme por miedo a una hipotética intoxicación.


Algunas nubes cubren el sol y ya voy llegando a la salida del Fjaerlandfjord.


Como hoy no tengo muchas ganas de pelear con la corriente y sufrir más de la cuenta, cuando veo esta solitaria cabaña de madera se me enciende la bombilla. A todas luces la casa se encuentra inhabitada, así que puedo aprovechar para desembarcar en ella y acampar en el llano que se extiende delante. Quedan horas de tarde suficiente como para dar una vuelta, leer y preparar la cena tranquilamente. Me apetece una tarde relajada, así que no se hable más, pospongo para mañana la llegada a Fresvik y desembarco aquí.


Preparo el campamento en una buena zona, y doy una vuelta alrededor de la casa. Tiene una mesa con dos bancos en el jardín que me van a venir muy bien para la cena.



La marea sigue elevándose lentamente así que tendré que subir el kayak bien arriba. Después de esta tarea preparo de cenar pasta y como sin prisa, acompañando la comida con un par de cervezas.



Y ya con todo dispuesto, en mi pequeña casa de nylon frente a la gran cabaña de madera, me dispongo a pasar el resto de  la noche. La verdad que me podrían haber dejado las llaves bajo el felpudo, pero tampoco es cuestión de abusar.

3 comentarios:

Suso dijo...

Bonitas fotos.
Yo caí en la tentación de atracarme de mejillones... afortunadamente, no hubo diarrea.
Un saludo.

Unknown dijo...

Hola Antonio, te esta quedando un reportaje muy chulo.

Con respecto a los mejillones, comentarte que en el fiordo Storfjord a mi me paso igual, cogí un montón para hacerlos al vapor, pero por prudencia a no padecer una intoxicación y echar a perder el viaje, muy a pesar mío, rechace la idea de cocinarlos. Mas adelante cuando baje al fiordo Sognefjord, me tope con un colega kayakista local y le pregunte si se podían comer los mejillones, su respuesta fue que no. Aunque por el comentario de Suso a el no le sentaron mal.

Un saludo.

Un Kayak en la Mochila dijo...

Hola Suso, ya leí en tu blog hace unos días que te diste el homenaje mejillonero, me dio un poco de envidia. Tu transcantábrica veo que va viento en popa y lo celebro. Un saludo

Muchas gracias Yago por el comentario. Muy bonito el material que has subido de Noruega en tu blog. Saludos