martes, 14 de octubre de 2014

Sogenfjord Día 10. Vindedalen - Solvorn (02 de Junio de 2014, 31 km)


Despierto con prisa por bajar al embarcadero y comprobar que todo esté allí en orden, mi kayak donde lo dejé y listo para la nueva jornada. Desayuno rápido, recojo mis cosas y, tras despedirme del dueño del camping Vindedal, camino cargado hasta la orilla. Todo en su sitio, así que cargo el Ladoga y salgo del pequeño muelle para continuar mi camino hacia el este.


Hoy alcanzo una de las extremidades de la ruta, el punto más al sureste, la población de Laerdal que se encuentra al fondo del fiordo del mismo nombre. Este fiordo, aunque corto, merece la pena una visita. Nada más entrar en él, llama la atención una montaña trapezoidal que desde el fondo preside el paisaje.


Al rebasar esa montaña el fiordo se estrecha y gira a la izquierda para mostrar ya la ciudad de Laerdal.


Antes de regresar sobre mis pasos, aprovechando el sol de mediodía, paro a darme un baño en las frías aguas glaciares. Una vez desandado el camino del Laerdalfjord, tengo que navegar hacia la orilla norte del Sognefjord para adentrarme más al norte en el Lustrafjord. Un pequeño faro me marca el punto donde cruzar a la orilla opuesta.


El trayecto entre las dos orillas está transitado por ferries que cubren la distancia en ambos sentidos cada pocos minutos. Dado que son embarcaciones grandes y rápidas, hay que andarse con cuidado al atravesar su ruta y hacerlo lo más velozmente posible.


Una vez superada la zona de riesgo volvemos a encontrarnos en una encrucijada; de frente el Sognefjorden continúa aún más al este hasta llegar a Ardal, mirando en esa dirección veo a mi izquierda la entrada del Lustrafjorden, mientras a mi derecha contemplo aún el Laerdalfjorden, del cual vengo.


Me comentó un paisano hace unos días que el tramo desde aquí hasta Ovre Ardal no merecía demasiado la pena. No lo pongo en duda, pero de lejos no parece una zona fea desde luego.

El último tramo del Sognefjorden en dirección este que finaliza en Ardal
Los ferries que unen ambas orillas aún se ven a mi espalda en la lejanía
Nada más adentrarme en el Lustrafjorden encuentro un sitio perfecto para detenerme a comer, un claro en el bosque desde el que se contempla una vista fantástica.


Por la tarde avanzo en dirección norte unos 10 km más. Navego pegado a la orilla izquierda, buscando la curva que hace el fiordo para llegar a Solvorn, un pueblo de tamaño medio que debe ser mi destino para hoy.

Antes de esa curva veo una granja abandonada. Estoy algo cansado y el sitio parece óptimo para acampar. Puede ser buen lugar para dormir, pero antes de decidirme avanzo un poco más, hasta doblar la punta de la curva y poder apreciar así la distancia que queda aún hasta Solvorn; unos 6 kilómetros le calculo. Como no me apetece continuar paleando, vuelvo a la granja y desembarco. El paraje resulta algo lúgubre la verdad. En la orilla hay una caseta de pescador destartalada, la ladera empinada alberga en su centro una casa campestre de madera pintada en blanco, parece abandonada también pero en mejor estado, y por último algo más arriba se observa una gran construcción de madera que puede ser un establo, un taller, un granero o puede que una mezcla de los tres.




Inspecciono la zona para descartar que sea un lugar habitado (por humanos, o quien sabe si por fantasmas viendo lo siniestro del lugar). Hay un torrente que desemboca en el fiordo a unos metros de la finca. La casa no parece que haya sido abandonada hace mucho tiempo, los cristales de las ventanas permanecen en buen estado salvo uno que está roto en una esquina. A través de ellos se ve la casa aún amueblada, pero cubierto todo su menaje de polvo y telarañas. La pintura no está perfecta pero aguanta. La edificación grande que hay más arriba resulta estar dividida: una mitad es un granero sin terminar de construir y la otra mitad un establo. Definitivamente descarto que viva aquí nadie, por el contrario lo de los fantasmas todo apunta a que debe haberlos, pero no creo que me molesten, así que coloco mi tienda en el único lugar más o menos llano que encuentro, delante de la casa.


Para cenar caliento un plato precocinado, típico noruego posiblemente, que adquirí hace unos días en el supermercado de Leikanger. Es un guiso, o más bien sopa, con patatas, verduras y albóndigas de carne. Acompañado de cerveza, helada después de pasar media hora metida en el agua del río, la verdad es que me sabe a gloria.


Después de contemplar el reflejo de los últimos rayos de sol en el cielo, me meto a la tienda.


Miro un rato los mapas para planificar la jornada de mañana, que será la penúltima de ruta en kayak, y me duermo, con un ojo abierto eso sí, por si recibo visitas ectoplásmicas.

3 comentarios:

Suso dijo...

Gracias por revivir también mis recuerdos. En el sótano de una de esas casas abandonadas dormí una noche.
Tienes mucha paciencia para fotografiar y escribir.
Un abrazo.


Suso dijo...

Pero donde más "miedo" pasé fue en un aserradero abandonado movido por un curso fluvial. Soñé toda la noche que el disco enorme y dentado se activaba y me cortaba simétricamente de arriba abajo, pues dormí pegado a él, sobre la plataforma de trabajo.
Yo no paré en ningún lugar habitado para comprar comida o bebida, por eso me da envidia la lata de cerveza, jeje.

Un Kayak en la Mochila dijo...

Gracias por tus comentarios Suso. La anécdota del aserradero es muy buena, menos mal que sólo fueron pesadillas. A ver si podemos juntarnos en el futuro para una excursión kayakera, pero que no falte la cerveza jajaja
Un abrazo