martes, 8 de octubre de 2013

Etapa 3. Es Caló - La Mola - Playa Migjorn (23,4 km)


Amanezco temprano pues en la ruta de hoy tengo un bonito escollo que superar de inicio, los acantilados de la Mola, que se extienden por unos 16 km sin casi ninguna salida posible a tierra desde el kayak. Además el parte de meteo anuncia viento fuerte del este a partir de media mañana, que parece que rolará a sureste aumentando a fuerza 5 a la hora de comer, con rachas de fuerza 6 por la tarde. Desayuno y rápido comienzo a recoger el campamento. Cuando estoy en ello llega un hombre a hacer yoga a la playa, muy madrugador. En el horizonte, fondeado con el sol emergiendo detrás suyo, hay un velero imponente.


Nada más hacerme a la mar pongo la proa en dirección al velero para verlo de cerca. 


El barco lleva el nombre del creador del escultismo, Baden Powell
Me aproximo ya a los acantilados de la Mola. La mar aún no se ha formado completamente y no hace todavía calor excesivo, los acantilados que me flanquean son impresionantes, cubiertos casi por entero de verde, así que la navegación resulta muy agradable.



Más o menos al doblar la Punta de sa Creu empieza a levantarse viento de levante, y no se bien por qué (seguramente algo de deshidratación por no beber agua suficiente, o beber demasiado vino la noche anterior...) pero comienzo a notar dolor de cabeza y cansancio. Los acantilados se elevan cada vez a mayor altura. 



No llevo demasiado subido en el kayak, unas 2 horas, pero el dolor de cabeza me está haciendo mella y la sensación de cansancio va en aumento. Divisar el Faro de la Mola me sube la moral y atenúa mis molestias. 


He leído en varios sitios que este faro inspiró a Julio Verne en alguna de sus novelas
Aún falta un trecho hasta las playas de Migjorn, donde podré desembarcar y comer algo, así que procuro poner la mente en blanco y no pensar en el dolor y la fatiga. De esa manera continúo lentamente el camino hacia Punta Roja. A los pocos días de volver a Madrid de esta travesía una compañera de trabajo me comentó que había visto esta noticia en internet sobre un accidente ocurrido en la zona. Me entristeció mucho lo sucedido y más todavía al conocer las circunstancias de la tragedia

Al doblar Punta Roja el viento del este queda parado por los acantilados que dejo a mi espalda. Agradezco el mar en calma, casi plato, y eso junto a los colores del agua que me rodea consigue que vuelva a palear con ánimo y fuerza. 


Las primeras playas de arena que diviso están bastante pobladas, y en la zona hay algunos hoteles en primera línea de playa. El viento empieza a notarse de nuevo pues ha rolado a sureste y va en aumento, pero ahora me favorece así que nada que objetar. Me decido por un tramo de playa, que no tiene demasiada roca, y según me enfilo para desembarcar se acerca un hombre con gorra a la orilla. Me ayuda a sacar el kayak del agua, y comenzamos a charlar, o lo intentamos mas bien. Digo lo intentamos porque el tipo es canadiense y mi inglés así en frío no da para mucho. En todo caso acabamos entendiéndonos ya que compartimos afición, él también tiene un kayak plegable. Me presenta a su mujer, y me comentan que ellos en Canadá disfrutan de un Feathercraft K2, y que desde que advirtieron en el horizonte mi kayak pensaron que fuese también un Feathercraft (ya quisiera yo, que esos cuestan mucha más pasta). Les explico lo mejor que puedo que mi kayak es de un fabricante ruso pero que se distribuye también en Alemania, y su precio les llama la atención, pues los aproximadamente 1500 euros de mi kayak son poco comparados con los 4000/6000 dolares de los Feathercraft canadienses. En todo caso, me encanta ver que alaban la robustez y buen aspecto de mi Ladoga o su facilidad de carga, pues me hace pensar que he realizado buena compra si tenemos en cuenta que para ellos es equiparable e incluso superior a su Feathercraft K2 en ciertos aspectos. En cualquier caso, mi kayak es fotogénico como ninguno, véase el ejemplo.


Después de la charla con los amigos canadienses me acerco a un pequeño chiringuito que hay en la playa, y tras un par de jarras de cerveza bien fría me decido a comer una hamburguesa, que me sienta de maravilla. Entre lectura, chapuzones y un par de cervezas más, llegan las cinco de la tarde, hora de ponerse en marcha. Ahora el viento sopla con más fuerza desde el sureste, así que me puedo dejar llevar por él hasta el final de mi jornada. Así lo hago, sin esforzarme mucho y aprovechando la ola avanzo hasta llegar al extremo oeste de la playa de Migjorn. No me siento con mucha fuerza para intentar rebasar el Cap de Barbaria antes de que acabe la tarde, y el viento está levantando bastante mar. Además, desde este extremo de la playa de Migjorn se distinguen, cerca ya, las paredes de acantilado que discurren hacia el sur buscando el Cap de Barbaria, así que no parece que pueda encontrar mejor sitio para acampar que este. Desembarco en la playa, repleta de posidonia recién traída por el mar. Con el fuerte viento se siente un poco de frío, así que me abrigo y me quedo dormido una media hora. Al despertar doy una vuelta por la playa y me alegra ver que entre la poquísima gente que hay en ese momento por allí está la pareja que conocí en mi anterior parada, Ken y Carol se llaman. Continuamos nuestro ameno charloteo de antes, y terminamos quedando en vernos de nuevo la jornada siguiente en Cala Saona, donde piensan pasar el día, y donde Ken promete invitarme a unas cervezas, bien merecidas dice él. Además me comenta que cerca de aquí hay un bar donde se puede picar algo. Me despido de ellos hasta mañana y voy hacia el bar, de camino hay un pequeño supermercado. Aprovecho para comprar más agua y un par de cosas más.

Disfrutando una cerveza frente al mar
Después de refrescar el gaznate vuelvo a la playa, saco todo lo necesario de mi kayak y preparo el campamento. Hoy opto por montar la tienda porque el viento es fresco y ha bajado la temperatura.


Observo la puesta de sol, ceno y duermo.



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