domingo, 27 de julio de 2014

SogneFjord Día 03. Gudvangen - Fresvik (26 mayo 2014, 40 km)


Me despierto por el estruendo que provoca el viento al agitar la tienda y el toldo; son aproximadamente las 4 de la madrugada. Sopla con tanta energía que temo que pueda salir volando alguna de mis bolsas estancas, así que me levanto a comprobar que todo está en su sitio. En el exterior se puede ver perfectamente sin necesidad de frontal, y me tranquiliza observar mis cosas en orden, tienda y toldo bien amarrados y todas las pertenencias a salvo del viento dentro del kayak. 

Es mi primer contacto con los fuertes vientos que a veces se forman en estas zonas flanqueadas por montañas. A la caída de la tarde se va ocultando el sol y el aire próximo a las cumbres nevadas se enfría velozmente, gana densidad y desciende hacia el fondo del fiordo. Esto provoca unas ventoleras importantes, que en ocasiones se mantienen y acrecientan según avanza la noche. En general, estos vientos que van desde las cumbres hacia las llanuras se denominan catabáticos, palabra de origen griego que significa algo así como "hacia abajo".

Vuelvo a entrar en mi tienda pero con el ruido me cuesta volver a dormir, aunque al final lo consigo y despierto tarde. La mañana es espléndida, con el cielo totalmente despejado y una temperatura excelente.

Los barcos turísticos empiezan su actividad desde primera hora
Hasta Gudvangen, la localidad al fondo del Naeroyfjord, aún me quedan unos kilómetros. El paisaje hasta llegar a ella es majestuoso.







Gudvangen es una población pequeña, pero cuenta con una gasolinera y un supermercado. Aquí aprovecho para repostar agua, cerveza y pan. Al llegar también encuentro unos chavales ingleses que están estibando sus piraguas en la playa para salir de travesía. Mi inglés no es que sea una maravilla, pero llega para mantener una conversación bastante amena con ellos. Este encuentro me hace recordar que dentro de un par de días tengo acordado reunirme con dos kayakistas españoles. Nos pusimos en contacto hace unas semanas a través de un foro (www.kayakdemar.org) y acordamos nuestro punto de encuentro en Fronningen el 28 de mayo por la tarde, para hacer noche allí y continuar navegando en grupo cuatro días hasta llegar a Gaupne, donde cada uno tirará por su lado.


Doy un breve paseo por la pequeña ciudad para estirar las piernas y observar las enormes montañas que la rodean. En el propio pueblo no hay ningún atractivo especial, ni iglesias, ni cabañas o casas de madera vistosas. Lo único que llama mi atención son dos drakkar (los barcos vikingos que surcaron hace siglos estos fiordos) que se encuentran custodiando la entrada a un parque.


Como hace bastante calor, antes de reanudar la marcha me quito la ropa más abrigada, sustituyendo pantalón seco, chaqueta impermeable y botas, por bañador, camiseta y sandalias. Mucho más fresco ahora, recorro de vuelta el mismo camino que he hecho esta mañana.



Se va acercando la hora de comer así que al pasar la pequeña aldea de Bakkaviki voy buscando ya un lugar para detenerme.


En la orilla contraria recuerdo haber visto una playa de guijarros, con una retaguardia de verde pasto y una enorme cascada brotando de la montaña más al fondo.

Ya diviso el merendero
El lugar es perfecto para quedarse incluso varios días.




En principio solo voy a parar a comer, aunque ya en la sobremesa empiezo a valorar la idea de quedarme aquí a dormir y echar el resto de tarde recorriendo un sendero que discurre hacia el norte.



Sin zanjar el tema todavía, lo que hago después de comer es caminar para ver de cerca la espectacular cascada que preside el paisaje, y que se abre paso desde la montaña hasta derramarse, en forma de torrente, al fiordo.




Al regresar sopeso la situación para decidir el plan vespertino. Por un lado, el sitio es espectacular y perfecto para dormir, con el extra de poder realizar una bonita ruta a pie desde el campamento. Por otro, terminar la jornada aquí supondría un importante retraso en el plan trazado para llegar al punto de reunión en Fronningen dentro de dos días. En concreto me obligaría a realizar 30 kilómetros de más en las próximas dos jornadas, puesto que mi previsión era llegar esta noche a Fresvik. Al final opto por una tercera vía, seguir camino hacia Dyrdal. En esa zona observé, al pasar ayer, dos playas también fantásticas, y parando a dormir en alguna de ellas el retraso acumulado resultará menor, al haber avanzado unos kilómetros hacia la salida del Naeroyfjord. Esto me obligará a ampliar el recorrido de los próximos dos días, pero lo veo viable.

Como va a ser una ruta breve, de una hora máximo, decido seguir navegando con camiseta, bañador y chanclas. La luz se filtra entre las montañas dando un toque misterioso al paisaje.



Al poco de pasar el precioso punto donde acampé ayer, hago una curva que me conduce a divisar ya las playas que me deben acoger hoy.



Y aquí vuelve a asaltarme la duda. Miro el gps y me percato que apenas he avanzado unos 3 kilómetros desde el punto donde paré a comer. Son aproximadamente las siete y media, miro las playas y recapacito. Hasta Fresvik puede haber unos 25 kilómetros más, que en cuatro horas bien empleadas podría cubrir. De esa manera recuperaría el ritmo de ruta previsto de antemano y me aseguraría llegar a la cita en Fronningen dentro de dos días. Es una pena no poder quedarme aquí un día más, pero el plan inicial es éste y hay que cumplir con lo pactado.

La sombra se apodera del camino, y al fondo ya se divisa la salida al Aurlandsfjord. Las focas vuelven a asomar la cabeza, esta vez a muy poca distancia, lo que me hace parar en varias ocasiones para intentar captar una buena imagen, pero con el móvil me resulta imposible.



Después de una hora remando empiezan los problemas. Al meterse la sombra en el fiordo la temperatura baja súbitamente y empiezo a sentir frío, especialmente en los pies. Además se monta un fuerte viento de cara, que me frena e incrementa mi sensación de frío. De aquí a Fresvik creo que no hay ningún punto de desembarque, así que me hago a la idea de sufrir unas horas antes de cenar.

Antes de abandonar el Naeroyfjord contemplo una enorme cascada con un salto que rondará los cien metros.


Ya en el más ancho Aurlandsfjord pongo rumbo hacia el norte, buscando el brazo central del Sognefjord. El viento sopla aún más bravo contra mí, y sumado a él sufro una fuerte corriente en contra fruto de la marea, que ahora fluye hacia el interior de los fiordos desde el océano. Y como guinda al pastel empieza a hostigarme un inoportuno oleaje, que molesta más que nada por la falta de costumbre después de dos días de mar totalmente calmo.
Todo sumado me está haciendo pensar seriamente en dar media vuelta. Pero aprieto los dientes y continuo.

Aurlandsfjord es más ancho y menos espectacular que Naeroyfjord, pero tiene en su parte alta alguna cascada espectacular. El cielo teñido por el ocaso también impresiona, y además empiezo a ver algún delfín nadando a poca distancia de mí.



Lamentablemente no logro disfrutar ninguno de los regalos que se me ofrecen (montañas, cataratas, delfines, puesta de sol, etc). Llevo tres horas remando con mucho esfuerzo y avance lento, el frío me entumece desde los pies hasta la coronilla y la cosa solo puede ir a peor. La última hora y media se hace eterna. Hace cada vez más frío y viento, la corriente en contra me frena y mina mis fuerzas, y el oleaje también crece a medida que salgo al brazo principal del Sognefjord. Para colmo, sin ser noche cerrada, la luz ya resulta escasa, suficiente para estar en tierra y andar sin tropezarse, pero no la deseable para navegar pegado a la costa en agua extremadamente fría.

Tras pasar uno de los peores ratos que recuerdo montado en un kayak, finalmente llego a Fresvik pasadas las 12 de la noche. Desembarco en el primer punto apto a tal fin que encuentro. Como es una zona rocosa, me toca además meterme hasta la cintura en el agua helada para desembarcar. Cuando tengo el kayak varado, voy rápido a cambiarme de ropa. Estoy tiritando y sin fuerza. Me cuesta mucho entrar en calor, la tiritona me dura mientras ceno un bocadillo, y aún en la tienda acurrucado en mi saco no logro entrar en calor. Temo seguir así toda la noche y no conseguir dormirme, incluso barajo salir a preparar una hoguera que me caliente. Afortunadamente el sueño y el cansancio me vencen y la ropa que me he puesto, todas las capas que traigo conmigo, logra mantenerme a una temperatura aceptable.

Después de tres días aquí acabo de aprender una importante lección: aunque la navegación en estos fiordos no exige una pericia técnica grande, los peligros están ahí y no conviene infravalorarlos. La bajada repentina de la temperatura, el viento y la corriente por las mareas, pueden llegar a hacértelo pasar muy mal. Además con el agua a temperatura tan baja, el resto de factores se vuelven más peligrosos. En esta ocasión además de confiarme en exceso (contando con las horas extras de luz sin tener en cuenta el cansancio que se va acumulando), he cometido errores (navegando con ropa inadecuada para la bajada de temperatura al atardecer). El resultado ha sido solo un susto, pero debo extremar las precauciones si no quiero repetir el mal trago.

2 comentarios:

Suso dijo...

Nunca se debe bajar la guardia.
Me has hecho revivir.
Un abrazo.

Un Kayak en la Mochila dijo...

Está claro, la confianza excesiva puede meterte en apuros y sufrir por sufrir es tontería, pero a veces a todos nos ocurre que tenemos fallos de cálculo o de planificación, o tomamos la decisión equivocada. Al final son experiencias que deben ayudar a mejorar y dan un poco de emoción a estos viajes. Un abrazo