Hoy me levanto tan descansado o más que ayer, sin mosquitos en toda la noche, el suelo mullido de hojas de pino y una temperatura fantástica, la perspectiva solo puede ser buena.
El paisaje sigue estando salpicado de villas costeras, algunas de ellas parecen muy lujosas.
Pero las villas dejan paso en alguna ocasión a pequeñas calas con casetas de pescadores, que dan una imagen mucho más típica y agradable.
Lo que siempre se mantiene es la verde espesura de pinos, que crecen en cada resquicio que da la roca.
Tras sobrepasar el Cap Llentrisca aparece imponente el pico de es Vedrá, en el islote homónimo, que se eleva hasta los casi 400 metros.
Realizo mi primera parada del día en Cala d'Hort, desde donde la perspectiva del islote es esplendida. En esta cala hay varios restaurantes a pie de playa, con unas vistas excelentes, así que aprovecho la ocasión para sentarme y tomar una cerveza bien fría. Pregunto también si en las cercanias hay algún supermercado y me informan que a pocas millas de aquí, en Cala Vadella, hay supermercados a escasos metros de la playa.
Cala d'Hort y Es Vedrá al fondo |
Me dirijo entonces hasta Cala Vadella, donde esperan al visitante una pequeña bahía cerrada y una playa urbana de aguas tranquilas. Nada más desembarcar se acerca el socorrista de la playa, un chico portugués bastante parlanchín. Me pregunta por la ruta que estoy realizando y por el kayak plegable, pues él está interesado en comprar uno y le parece una buena opción. La charla se alarga, así que decido hacer aquí la parada para comer. Antes de comer, eso sí, compro alimentos y agua en cantidad suficiente para poder terminar la travesía.
Después de comer y descansar un rato continúo la marcha. La zona que recorro ahora alterna acantilados bajos y calas urbanizadas. Algunos rincones son bastante espectaculares, con pequeñas cuevas, canales estrechos que explorar y minúsculas calas entre las rocas.
Saliendo de un canal entre dos puntas rocosas diviso al fondo la Illa s'Espartar |
Las pequeñas cuevas abundan. En ésta se filtra el agua desde el techo y al pasar por debajo la ducha de agua fría se agradece |
Una pequeñísima cala, que bien merecería una parada y un baño |
Al final del día se está levantando bastante viento y el cielo se nubla con cierta amenaza de lluvia, así que me dedico ya a ubicar algún sitio donde terminar la jornada. De acuerdo con la información del amigo socorrista hay una cala pequeña, con un chiringuito pero bastante discreta, antes de llegar a Cala Conta y a la Punta de sa Torre, se la conoce como Cala Codolar. Al llegar allí, en principio no me parece tan buena opción. Es pequeña y no hay mucha gente, pero en el chiringuito que preside la playa hay bastantes parroquianos aún y no parecen muy propensos a una pronta retirada. Además en lo alto de las lomas de alrededor asoman las casas de las urbanizaciones colindantes. De todas maneras, me dirijo al chiringuito, pido una cerveza y pregunto a la gente de allí por algún lugar donde poder acampar y pasar la noche tranquilo. El dueño del chiringuito y su hijo resultan ser dos tíos excelentes, me dicen que puedo quedarme allí sin problema, coger una tumbona de las suyas para estar más cómodo y que por la noche aquello queda desierto. El padre es un hombre de mar, y mapa en mano me da numerosas indicaciones de todo lo que voy a encontrar en la costa ibicenca en los días siguientes, y también me informa del parte de viento y oleaje. Ya de noche, pero no tarde, los dos dejan el chiringuito y quedo solo en la playa. Ceno algo de pasta sentado en una de las mesas que tienen allí, coloco mi tumbona debajo del tejadillo del bar y duermo. Por la noche cae un chaparrón corto pero intenso, y se agradece la suerte de poder pasar la noche bajo techo.
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