Días 1-2, de Peso da Regua a Aldeia Nova
Después de probar el tema del kayak en nuestra primera andanza por el Ebro ya estábamos con ganas de más. Con la pasta que conseguimos devolviendo el kayak doble que utilizamos para aquel primer viaje nos compramos 2 hinchables de una plaza, Sevylor Pointer K1, que no es que sean una maravilla, pero aún siguen vivos después de darles toda la tralla del mundo y más. La logística del viaje corrió de mi cuenta, en esta ocasión bus por la noche de Madrid a Oporto, que llegaba allí antes del amanecer, luego tren desde Oporto hasta nuestro punto de partida en Peso da Regua. A esta población a orillas del Douro llegamos alrededor de las 11 de la mañana, con tiempo más que suficiente para comprar comida y agua en un hiper y ponernos a organizar todo para el inicio de la travesía. El cielo estaba relativamente despejado y la placidez de las aguas del Douro invitaba a entrarle ya al tema.
Llevábamos todo el equipo y ropa seca en dos mochilas estancas de 60 litros cada una, más alguna bolsa de comida que guardamos en la parte de atrás y el agua.
Con todo listo la foto de rigor, y rápido al agua.
Las primeras sensaciones con los nuevos kayak eran buenas. Se notaba mayor comodidad que en el anterior doble para poder llevar todo lo necesario, aunque después de un rato el peso de la mochila en proa terminaba dejándote los pies tiesos pues te quedaba justo encima y aparte de aplastarlos te impedía moverlos. Esto empezaba a ser un problema al cabo de aproximadamente un par de horas en el kayak, digamos que hasta pasar ese rato podías considerar que ibas cómodo. También se agradecía un puntito más de velocidad respecto al Tribord biplaza, aunque sin llegar ni de lejos a los promedios de un kayak de mar rígido por supuesto.
Las primeras horas fueron entretenidas. Hasta la parada del almuerzo tardío, sobre las 4, todo marchaba fantástico. Un tupido bosque a ambos lados del río, de profundo verde, y alguna hacienda con viñedos formando terrazas nos amenizaban la marcha. También llamó nuestra atención un carguero encallado en la orilla del río, cosa no tan rara si tenemos en cuenta que toda esta parte del Duero es navegable y la transitan tanto cargueros como barcos de paseo de turistas y cruceros fluviales.
Las nubes iban cerrando el cielo a medida que avanzaba la tarde, y el verde del bosque se apreciaba más oscuro.
Entre el bosque, de vez en cuando empezaban a verse las rocas elevando la altura del contorno.
Algunas villas tenía aspecto señorial y parecían contar bastantes años, pero se conservaban en perfecto estado, como la de la foto de abajo.
Aprovechamos una pequeña población con embarcadero, creo que Porto de Rei se llamaba, para hacer una breve parada de repostaje de cerveza.
Y ya casi de noche nos costó bastante encontrar un sitio por donde salir del río, y poder alcanzar una zona aceptable para montar nuestra tienda. Al final tuvimos que hacer algún que otro malabarismo para salir por unas rocas y sacar los kayak a tierra. El sitio elegido no era una maravilla, pero al menos estaba unos metros por encima del nivel del agua evitando algo la humedad. En todo caso la noche fue fría, y el despertar frío también, aunque la vista del amanecer merecía la pena.
Tras desayunar y recogerlo todo regresamos al agua, y afortunadamente el día volvía a apuntar a despejado. Nada más salir cruzamos un enorme puente sobre el río.
El paisaje era muy similar al del día anterior.
Durante la mañana y después de comer nos cruzamos con varios cruceros fluviales de tamaño bastante considerable.
Ya por la tarde, y con el cielo poniéndose bastante amenazante, llegamos a la presa de Carrapatelo o barragem que es como en Portugal llaman a las presas. Como el tránsito de barcos es abundante en todo el tramo, las presas cuentan con compuertas que se abren al paso de esos barcos para permitirles el avance, lo cual también permite el tránsito río abajo de las piraguas. Nuestro problema fue que llegamos tarde, fuera del horario de paso de los barcos de pasajeros y carga, y allí en la zona de entrada a la esclusa no se veía un alma. Considerando que ya era bastante tarde y que el cielo se estaba poniendo más oscuro por momentos, había que inventar algo para pasar al otro lado del río. Analizamos la posibilidad de portear a pie, pero parecía una tarea demasiado sufrida por el enorme trecho a recorrer con el kayak a cuestas. Al final optamos por dar una vuelta por la instalación de la presa desde tierra, y allí afortunadamente dimos con un operario al que conseguimos hacer entender nuestra delicada situación en una especie de portuñol que nos inventamos para la ocasión. Al final le convencimos para que nos abriera la esclusa "de tapadillo", porque el hombre insistía mucho que si abría a esa hora se le caía el pelo. Tras agradecerle su amable colaboración corrimos de vuelta al pantalán a montar en nuestros kayak y entrar por la compuerta.
El sistema de esclusa que tiene esta presa es bastante espectacular por la considerable altura de la misma, de hecho tarda en vaciar el agua bastante tiempo, y cuando está vacía apenas se ve la luz del exterior abajo
Curiosamente nada más cruzar al otro lado, el cielo se despejó momentáneamente.
Con el cielo encapotado de nuevo, pero sin terminar de romper a llover al margen de un ligero calabobos, nos empezamos a fijar en algún lugar apto para desembarcar y quedarnos a dormir, aunque tampoco dejamos de apreciar el paisaje.
En esta ocasión pudimos encontrar un lugar con desembarque más sencillo, una pequeña playa de arena para más señas, y un claro entre los arboles muy cercano a la playa, pero con algo más de elevación sobre el río, nos sirvió para montar nuestro campamento. En cuanto oscureció el frío se hizo sentir, así que pronto nos recogimos en nuestros sacos y dormimos.
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